David Villa estuvo calentando por la banda del Camp Nou junto a
Bartra y Song durante más de 20 minutos. En ocasiones se quedaba quieto
y miraba fijamente al banquillo. Vilanova, ajeno a las miradas del
delantero, daba instrucciones a los jugadores al borde del área técnica.
Villa no jugó ni un solo minuto frente al Real Madrid y fue el
primero en abandonar el campo, cabizbajo, cuando el árbitro pitó el
final. El desencanto del delantero es lógico. Un Clásico nadie se lo
quiere perder, pero cuando eres además un jugador importante, la
decepción es mayor. Sobre todo si sientes que ya estás listo para
jugar. Y Villa lo está.
El jugador ha tenido hasta el momento una conducta irreprochable.
Después de ocho meses lesionado por una fractura de tibia, fue el
primero en admitir que no podía entrar de golpe y porrazo en el equipo,
que necesitaba tiempo e ir cumpliendo plazos. Necesitaba tener
paciencia, y hasta ahora la ha tenido.
En lo que va de temporada Villa ha disputado solo un encuentro como
titular. Fue ante el Granada en el que jugó 54 minutos y en el que la
imagen más recordada fue el intercambio de impresiones que mantuvo con
Messi después de que el argentino le reprochara no darle un pase de
primeras.
La semana pasada en Sevilla el asturiano salió al terreno de juego
cuando faltaban 16 minutos y logró el gol de la victoria. Era su tercer
gol en la Liga y claramente estaba pidiendo paso. Y afrontó, confiando
y con ilusiones, la semana en la que el Barça viajaba a Lisboa en
Champions y recibía al Madrid en el Camp Nou.
Frente al Benfica disputó solo ocho minutos, ante el Real Madrid
calentó en vano en la banda y ya no pudo reprimir sus miradas directas
a Vilanova. A partir de ahora la cuestión está en saber cómo encaja el
delantero la situación. Ha tenido paciencia, pero por sus gestos en la
banda parece que se le agota.
Tomado de Marca