Edición y Realización
de Arian Alejandro
El texto que aparecerá
a continuación fue escrito para realizar el audiovisual: “Kiev se iluminó con la Roja”, título que también
lleva el escrito. El objetivo del material fue presentarlo en el Concurso de
Periodismo Joven en TV Ania Pino, del Canal Habana (televisora de la capital
provincial de Cuba, La Habana).
Además dar un homenaje a este equipo que ha ocupado un lugar importante en los seguidores
al más universal de la mayor de las antillas.
Otra de las causas de
la confección de la obra, se debe a la efervescencia que existe en Cuba en
estos momentos por el fútbol. Gracias a la colaboración de Pavel Otero, Yunier
Vásquez, Luis Enrique Rodríguez, Raúl Castro Bandera, Claudia Hernández, Saima
Albelo y Ana Susana Agrelo Estrada, ha sido posible ver concretada esta pequeña
crónica sobre la Selección
de Fútbol Española.
Texto Completo
La “furia roja”, como
también se le conoce a la selección de fútbol española, luego de ganar por
segunda vez consecutiva la Copa
de Naciones Europea, deja ya una huella en la cúspide del universo balompédico,
donde mismo han pisado los mejores equipos de todos los tiempos. El Brasil de
1970, la Alemania
y la Holanda
de 1974, son algunos de ellos.
Si bien es cierto que
La Roja no había
convencido del todo en algunas de sus presentaciones, dígase ante Croacia,
Francia y Portugal, nunca dejaron de practicar ese estilo de juego que
encandila y enamora y hasta hacen pensar que siempre tendrán algo nuevo que
ofrecer a sus seguidores y detractores.
Nuevamente el once
ibérico estaba en otra final; a pesar de las críticas de aficionados y
especialistas, a quienes respondieron con un gran golpe de autoridad
futbolística en la primera noche del mes de Julio en el Estadio Olímpico de
Kiev, Ucrania, sede de la final de la decimocuarta Eurocopa.
El último escoyo para
alcanzar la gloria era la renovada Italia; rival en el debut del torneo, en
partido saldado con empate a un gol. Los dirigidos por Cesare Prandelli llegaban
a la discusión del título con la motivación de haber dejado sin argumentos
balompédicos a la maquinaria alemana, la candidata casi perfecta para sentarse
en el trono de Europa por los próximos cuatro años. Además La Azzurra se plantaba en la
final con un formato totalmente diferente al tradicional Catenaccio; con un estilo en el que su gestor principal, el
veterano Andrea Pirlo, daba una salida limpia del balón, con toques rápidos y
siempre con tres o cuatro efectivos rondando el área defendida por sus
contrarios.
A esto el DT español
Vicente Del Bosque contestó con su alineación de gala, la misma que fue
exageradamente tildada de poco poderío ofensivo debido a la presencia del falso
“9”; pero
que funcionaba al compás de tres mediocampistas poseedores de dos importantes
características: El excelente manejo del balón y una fuerte visión de cara a la
portería rival. -Aunque esperaba ver a “Pedrito” en lugar de David Silva-,
sobre todo por la profundidad en ataque que dio el jugador del FC Barcelona en
el sufrido partido de semifinales ante Portugal.
Ya no había tiempo
para más, el árbitro lusitano Pedro Proença sonaba el pitazo inicial y en los
primeros cinco minutos cada equipo mostró sus armas y sus intenciones. Hasta
que el comandante de la nave roja, Xavi Hernández, se hizo con el control de la
pelota y fue entonces que Italia comenzaba a percatarse que no era el día
indicado para intentar derrotar a la mejor España de la historia.
Ramos, Piqué,
Busquets y Alonso encerraron en una trampa al señor Pirlo y dejaban que Andrés
Iniesta diera rienda suelta a su imaginación sobre la cancha. Él como nadie vio
a Cesc Fábregas libre de marca, calculó, le cedió la bola para que con maestría
la colocara en la cabeza del “chino”
Silva… y a celebrar. Primer zarpazo de la furia ibérica, -lo anotó mi candidato
a no haber iniciado el choque como titular- y quien a pesar de la diana se vio
un tanto descoordinado con el engranaje español durante los minutos que estuvo
en el césped ucraniano.
Aún faltaba mucho
partido por delante e Italia no se quedaría con los pies atados. Debajo en la
pizarra y con la fatal salida del defensor Giorgio Chiellini por repentina
lesión; dando entrada a Federico Balzaretti, los cuatro veces campeones del
mundo presionaron con fuerza para tratar que España errara en su brillante
manejo de la redonda y lograron que Balotelli junto a Cassano asustaran a los
aficionados vestidos de rojo, porque quien sí no dudó nunca fue el imbatible Iker Casillas, manteniendo en sumo
silencio a los tifosi reunidos en Kiev.
Antes de terminar la
primera mitad del choque los dueños del Tiki-taka hacían gala de su sello
tocando el balón por 25 segundos consecutivos. Un pase lleno de paciencia de
Xavi hacia Jordi Alba, quien corrió casi
70 metros,
le permitió definir al estilo del mejor crack, la conclusión de una obra
colectiva sobrada de maestría y calidad. La furia casi sentenciaba un duelo al
que todavía le quedaba el otro capítulo de 45 minutos.
La historia no
cambiaría, de eso se encargaría una vez más el guardián Casillas; mano a mano
con el recién ingresado al terreno Antonio Di Natale… y sin sorpresas, en cero
continuaba la cabaña de San Iker.
A partir de entonces
monólogo en un mismo idioma, el castellano. Incluso cuando inexplicablemente Prandelli
dio entrada al experimentado Thiago Mota por Ricardo Montolivo, movimiento
táctico que parecía más para evitar un vendaval de la furia, que para intentar
revertir el encuentro, pues Giovinco, Diamanti o Nocerino se veían como mejores
opciones en busca de refrescar la ofensiva de los peninsulares. Peor no pudo
ser la teoría pensada por el estratega italiano, Mota se resintió una molestia
que arrastraba y La Azzurra
quedaba con 10 hombres cuando se disputaba una hora exacta de juego.
El sufrimiento fue
doble, los deseos de ver el fin del partido se retrasaban, Italia corría por
inercia, defendían por deber, permanecían en la cancha porque el reglamento lo
exigía. El poderío ibérico era innegable, aplastante, sofocante. Guardaron su
mejor presentación en escena para el día de la consagración.
La pesadilla no había
acabado, restaban dos goles en la cuenta española. El siempre querido Fernando
Torres y su compañero en el Chelsea inglés, Juan Mata, daban el remate mortal a
los impotentes blanquiazules ya resignados y entregados a la grandeza de una
selección que lograba lo impensado, el triplete. Una hazaña a la que sólo
habían aspirado Alemania y Francia y la cual será casi imposible de igualar;
menos aún de romper.
Mérito también para
Vicente Del Bosque, capaz de aglutinar una serie de jugadores que quizás no se
repitan en lo que queda de siglo y puede que en muchísimo tiempo. Continuador
del trabajo iniciado por Luis Aragonés, su inteligencia y la convicción de
asumir toda la responsabilidad en el resultado que tuvo y tenga cada cambio que
hace dentro del equipo, ponen a este hombre de gran sapiencia como uno de los
artífices fundamentales de esta obra que se disfruta.
Para Italia no se
cumplió la profecía de ganar 44 años después su segunda Copa de Europa; como
mismo le ocurrió a La Furia
en el 2008. Cayeron ante un elenco que estuvo siempre lejos de su alcance y
sobre todo muy por encima de las autoritarias declaraciones del atacante azul,
Mario Balotelli, en las que minimizó a su contrario y además hizo alarde de una
promesa que se hundió en la marea de color rojo. Sí fueron cuatro goles, pero
totalmente a la inversa.
España es leyenda, Kiev y
el resto del mundo fueron testigos del escalón que encumbra esta nueva y eficaz
forma de practicar e interpretar el más universal. Su labor perfecta está en la
constante búsqueda de solucionar sus propios errores. Su estrella principal es
la mezcla inequívoca de los once elementos que juegan, como salidos de una
videoconsola. Su único mandamiento, tener siempre bajo sus botines la que un
día fue blanca y negra y hoy sólo quiere rodar junto a “La Roja”.