Debió ser un riesgo meditado y ahora le ha llegado el turno a José
Mourinho de afrontarlo. La llegada de Modric al Real Madrid ha
terminado por suscitar recelos entre jugadores de similares
características. Para abrir paso al croata no ha bastado con el
ostracismo al que fue condenado Kaká desde la temporada. Tampoco con
sentar a Özil como cabeza de turco del mal arranque liguero del equipo.
Ahora todos creen que merecen ser dueños de un mismo sitio.
Özil ha dejado claro que no tiene ningún problema con su vida nocturna, que sus días se desarrollan con el régimen propio al que se debe un futbolista.
"Desde que comenzó la temporada no he salido casi nunca". Fue titular
ante el Valencia y el Getafe, duelos de los que Mou salió insatisfecho
por el compromiso de su vestuario. El alemán ha sido uno de los
señalados y su papel se ha limitado al de recambio de las segundas
partes.
En la misma línea de rebeldía empieza a moverse Kakà. El brasileño
se reivindicó en el Trofeo Santiago Bernabéu. El partido ante
Millonarios apenas exigió, pero sus ganas de agradar fueron
incuestionables. Su actuación atrajo la atención del técnico,
que parece volver a meterlo en sus planes: "Cuando se demuestra
ambición, la consecuencia natural es que le dé más minutos". Ya lo ha
avisado el entorno del jugador en los últimos días. Lo ven motivado y en buen estado de forma.
Pero Mourinho ha entregado galones a Modric, el único fichaje del
equipo para esta temporada. El empeño en su fichaje evidenciaba su
descontento con el rendimiento de sus tres creadores de juego. Lo que
sí han conseguido ya los tres es el reconocimiento de la grada. El
Bernabéu acogió de buen grado al croata en su debut, admira la clase de
Özil y anoche ovacionó la profesionalidad de un jugador que demostró
estar de vuelta.
Tomado de Marca