El pasado 5 de marzo estableció un antes y un después en la vida de
Luka Modric. Hasta ese día, el croata era un futbolista que no había
cumplido con las expectativas que generó su fichaje por el Real Madrid y sus estadísticas se reducían a 35 partidos jugados (14 como suplente), un gol y la asistencia que le había regalado a Sergio Ramos
en el último Clásico de Liga. Después, el madridismo le agradecía el
tanto que posibilitó la clasificación para los cuartos de final de la
Champions League.
Ante el Manchester United,
Modric desatascó un encuentro que se le había puesto muy cuesta arriba
al Madrid y además de marcar, aportó movilidad al equipo, 35 pases buenos y cuatro regates en 37 minutos jugados. Poco más se le pudo pedir. De hecho, la afición merengue sólo tuvo una petición más: que mantuviera el nivel en los partidos posteriores. Y Modric cumplió ante el Celta y deslumbró, nuevamente, ante el Mallorca.
Frente a los bermellones (igual que ante los gallegos) actuó de mediocentro y sin el apoyo de Xabi Alonso hasta el minuto 61 y repartió 88 pases buenos. Además, fue el autor del gol que propiciaba la remontada del Madrid
y evidenció que su actuación en Old Trafford no fue fruto de la
casualidad. Éste último detalle es, de hecho, el que más interesa a la
afición blanca y más teniendo en cuenta que el sueño de La Décima, del
que Modric podría participar activamente, continúa en el horizonte.
Allí también se encuentra el recuerdo del mejor Luka Modric, el que
por fin ha hecho acto de presencia en el club blanco. “El partido de
Old Trafford me ha ayudado mucho y me siento con confianza. Antes no iba en la dirección que yo quería.
Y ahora se trata de seguir en esta línea”, señalaba el futbolista tras
la victoria frente al Mallorca. El croata, por fin, ha encontrado el
camino.
Tomado de Marca