No fueron ni el mejor escenario, un descafeinado Trofeo Bernabéu, ni
el rival más duro, un Millonarios que sufriría para mantenerse en
Segunda, para medir a todo un Balón de Oro. Sin embargo, anoche Kaká se
reivindicó para mayores empresas. El brasileño marcó tres goles,
asistió a Morata en otro y se marchó al vestuario con la sonrisa del
que vuelve a sentirse futbolista, además de con el trofeo que le
acreditó como el mejor jugador del partido. Noche redonda.
Tales fueron sus ganas que a los 16 segundos casi marca el primero
de la noche. El remate, a bocajarro con la zurda en el área pequeña, se
fue por poco. El 8, que no jugaba un partido desde mediados de agosto,
en la pretemporada, no bajó el pistón en los 60 primeros minutos que le
brindó Mourinho.
En el 14’ marcó un golazo por toda la escuadra. Apareció en el área
como en los viejos tiempos, cuando la camiseta del 22 del Milan daba
pavor, y colocó el balón en la escuadra y con la zurda. Golazo.
Mou dispuso un 4-1-4-1 en el que Ricardo se sintió más cómodo de lo
habitual, con más jugadores a su alrededor pero no tantos por delante,
aprovechó los espacios para su arrancada y pisó área con asiduidad.
Además, quiso contentar a Mourinho también en la faceta defensiva.
Presionó como si se tratara de un partido oficial. Para él era, quizá,
más que eso. De ahí que acabara la primera parte con hasta cinco faltas
realizadas. Una cifra impropia del brasileño, que cada vez que comete
una infracción se disculpa con el rival.
Enchufado
Estuvo muy metido en el encuentro.
Cuando no pedía el balón abriendo los brazos entre líneas, corría en la
presión transformado en Khedira, o corregía a Morata en los
movimientos. En el tercer tanto tuvo una participación decisiva.
Recibió de espaldas y controló de manera orientada hacia la portería.
Con su potente zancada devoró metros hasta el balcón del área, donde
asistió a Morata.
La hora mágica de Kaká no acabó ahí. Acto seguido, en un córner en
el que el portero colombiano, Delgado, salió a por uvas, el balón acabó
prácticamente sobre la línea. Allí estaba el brasileño, que saltó y
marcó... con la espalda. Un gol cómico que le arrancó esa sonrisa que
tan pocas veces se le ha visto últimamente por las instalaciones de
Valdebebas.
Ovacionado
Tras el descanso, el paulista bajó
un poco el pistón, lógico dada su falta de minutos en este arranque de
temporada. En los 15 minutos que jugó de la segunda parte estuvo menos
participativo. Eso sí, cuando se acercó a una esquina para botar una
falta lateral, se llevó una ovación que se repetiría minutos después,
cuando fue sustituido. Antes, marcó el tercero de la noche en su cuenta
particular, un hat-trick para salir del túnel. Kaká convirtió un
penalti cometido por el portero visitante sobre Coentrao.
Así, feliz, con tres goles, una asistencia y habiendo portado el
brazalete de capitán, se fue Kaká para el banquillo, su lugar más
visitado las últimas semanas y del que, según lo visto ayer, quiere
salir más pronto que tarde. El trofeo Bernabéu puede ser un punto de
inflexión. Ahora la pelota de Kaká está en el tejado de Mourinho.
Tomado de Marca