Tomando el hilo del artículo anterior y justo cuando se cumple este año el centenario de la práctica del fútbol en Cuba el venidero 11 de diciembre. Más se ha abierto la brecha entre los que siguen el balompié externo que el interno.
Actuaciones cada vez más lejos de lo que se quiere en la poca arena internacional que pisan las distintas selecciones cubanas dan riendas sueltas a los seguidores de este deporte en la isla a que solo hablen del Barcelona, Real Madrid, Manchester United o AC Milan. Menos son los que preguntan que sucede o que perspectivas tiene el afamado entretenimiento en una tierra beisbolera, pero con su pedazo de historia balompédica.
¿Qué muchacho desea ser como Jaime Colomé, Alaín Cervantes o Leo Duarte por sólo mencionar tres? La respuesta es casi absoluta; prácticamente ninguno. En sus mentes nada más se encuentran las fintas, regates y bicicletas de Robinho, Neymar o Robben.
Esto lo ha propiciado la casi nula difusión del Campeonato Nacional de Fútbol, que cada año se ve más disminuido en partidos, calidad, buenos terrenos y por supuesto público. De un torneo donde al menos se jugaban 30 partidos para todos los equipos, más 8 para los conjuntos clasificados, se ha pasado a dos divisiones donde apenas el máximo de encuentros es de 15. Eso sin contar que nuestro titular no participa en la Liga de Campeones de CONCACAF; hecho visto solamente en par de ocasiones; una con Cienfuegos y otra con Pinar del Río.
Por otro lado la búsqueda de soluciones en técnicos extranjeros no ha rendido los frutos esperados. La excepción recae en el peruano Miguel Compani, capaz de impregnarle algo de lo exterior, pero respetando y creando un sistema propio de juego. Simplemente, que Cuba se parara en la cancha de manera que no se pareciera ni a Brasil, ni Argentina, ni Alemania. Un 4-4-2 clásico, con solides en el medio campo y velocidad en el ataque.
Aunque es cierto que se veían errores defensivos un tanto increíbles. Su trabajo comenzó a ser reconocido por los federativos nacionales y por los propios rivales, quienes auguraban un futuro promisorio para el balompié antillano. Sueños que se derrumbaron tras su partida y al mismo tiempo la no continuación a cabalidad de lo hecho por el estratega suramericano.
Para la fanaticada cubana la participación de su equipo en el torneo regional más importante, la Copa de Oro de CONCACAF, no ha sido nada alegre. Una sola victoria desde el debut caribeño en 1998, esta a manos de Canadá en la edición de 2003 (2-0), muchos tragos amargos han tragado los pocos que han encendido sus televisores para ver esos partidos de manera diferida.
Alcanzar la hexagonal final del área camino a los mundiales también ha sido una meta lejana para el once que desde hace tiempo dirige el avileño Raúl González Triana. Para las que se avecinan a partir de junio del 2012 el trayecto no será menos complejo. Canadá, Panamá y Honduras acompañarán a los isleños, que nuevamente sin topes previos y con el pobre torneo nacional a cuestas armarán un conjunto con figuras experimentadas y nuevos valores, en su mayoría sacados del equipo que ha mostrado la mejor cara en los últimos tiempos, el que participó en los 16 Juegos Panamericanos de Guadalajara.
De nada sirve que las calles estén llenas de niños y jóvenes dándole toques a un balón del mas universal, pues su único objetivo es reproducir los movimientos de las estrellas internacionales y no las de ser captados para jugar por un elenco que desde aquel épico puesto en la clasificación FIFA entre los 50 primeros, ha ido descendiendo llegando estar por debajo del lugar 100.
Este mismo número son los años que celebrará el fútbol cubano, con la esperanza de algún día volver a repetir aquella época de Fariña, Mazó, Roldán, Wilian Benet, Hugo Madera, Reinoso e incluso mas atrás cuando en 1938 Cuba se hizo presente en su única Copa del Mundo celebrada en Francia.
Trabajar duro, con seriedad y sobre todo con verdaderas ganas de hacer con poco, mucho.